jueves, 24 de mayo de 2007

Políticos







Desde Spinoza sabemos que la democracia no es deseable por procurar más felicidad sino por ser la suma de la potencia, según él la esencia, y sobre todo por traer más realidad estable. Sería un objeto bueno del mundo más, la democracia, a lo Aristóteles. Con el inconveniente de que se convierta en un imperativo categórico kantiano, y siendo un deber, pierda la frescura y la espontaneidad.
Aprendimos en el “Sabine” (Historia de la teoría política), que Spinoza quería gobiernos fuertes que a la larga, decía, eran buenos gobiernos. Otro tanto podemos decir de lo que se espera, hoy, de los políticos, se espera fortaleza y que no retrocedan ante el acto de gobernar.
La transposición de lo religioso a lo político, la secularización que disfrazó lo divino en el ropaje del rey, de quien encarna el poder, ha hecho que se siga viendo a los políticos con ese halo de fuerza superior cuando logran el poder y triunfan. Es lo que parece decir un Carl Schmitt, al estudiar la soberanía como un asunto teológico, tal y como muestra Miller en su magnífico De la naturaleza de los semblantes. Cuando Rousseau establece su origina fórmula de la soberanía no como la suma de voluntades sino como algo más que todo sumado, tensa el espíritu social con su fe infinita en la soberanía popular; desconozco cómo le fue con Hume, espero a leer el libro El perro de Rousseau, que me acaban de regalar, pero el ginebrino, que acabó solitario y paseante, psicótico desde siempre, incluso cuando ama el lazo social, es una lectura obligada para entender a los políticos.
La encrucijada del político de nuestro tiempo es no verse envuelto en la vorágine del día a día, en la gestión pseudoadministrativa, en el aburrimiento burocrático, y poder subirse a una atalaya para contemplar el horizonte desde perspectivas teóricas que alumbren su acción. O eso que se llamaba praxis.
Porque el temor que suelen mostrar a decidir entra en el terreno de lo patológico y en la subjetividad de la época.
En lo patológico por dos razones. Primero porque muchos políticos, orillados en la pasión neurótica, prefieren la repetición. O como le leí a Éric Laurent: “La guía de la acción del neurótico no es la decisión, sino la inercia. Como es culpable, siempre recomenzará”. Y segundo porque el circuito obsesivo lleva en su programa la postergación, el aplazamiento de la decisión sine die, ante su problema con la duda.
Y el temor a decidir que presenta el político lleva la marca de la época. Nuestro momento ha endiosado a la opinión pública, el nuevo tirano. Y se inclinan genuflexus ante este moderno diosecillo de hojalata, invisible, inoloro y de oxímoron, es decir, de silencio atronador.
Le hemos preguntado a un Ministro en una entrevista, para publicar en una revista de psicoanálisis y cultura de nuestra tierra, varias cuestiones entre las que destaca ésta: ¿podrían los políticos arrostrar a una opinión pública cuando consideren que está equivocada? Espero su respuesta con impaciencia, aunque habrá que esperar a que pasen las elecciones.
©DIARIO PALENTINO, publicado el 24 de mayo de 2007.

jueves, 17 de mayo de 2007

Comerciantes




Estos días un comercio palentino, Deportes Requena, celebra sus XXV años de presencia en la vida de la ciudad. Centenares de jóvenes han acudido este domingo a competir al parque de El Salón, un escenario mágico y todoterreno como se ve, –la gran obra de Carmen Espegel–, y al parecer, según publica este rotativo se preparan otros muchos eventos deportivos para conmemorar la efeméride. Ello nos da pie para escribir sobre el comercio palentino y su espíritu resistencial.

Porque veinticinco años son muchos años. Y hay muchos comercios en nuestra ciudad con el espíritu Requena, es decir: longevos y pertinaces.

Recuerdo los comienzos de esta céntrica tienda de deportes porque se iba a celebrar el Mundial de fútbol-82 y sus entonces jóvenes, felices e indocumentados responsables, Mariano y Requena, muy conocidos en los ambientes deportivos de la ciudad, querían aprovechar el tirón. Quizá lo que no sabían es que iban a tener otros muchos años por delante para vivir Olimpiadas, Mundiales, y para comprobar el ‘boom’ que ha supuesto la práctica deportiva en estos años, su buen nombre incluso entre especialistas de la salud que no se cansan de recomendar realizar alguna práctica físico-deportiva.

Tampoco sospechaban, seguramente, que nuestra ciudad iba a contar con unos responsables deportivos que iban a elevar el deporte y su práctica a paradigma de las cosas bien hechas, a convocatorias exitosas de público, a cercanía de la gente, a multiplicidad de deportes y de actividades deportivas para una ciudad tan pequeña como la nuestra. Responsables, con cabeza y acierto, como los Gerardo Cisneros, los López Arroyo, los García Ramos, los García Recio, por citar a los mejores y más conocidos, que han hecho de nuestra ciudad un ejemplo a exportar.

El caso es que veinticinco años más tarde, el mismo comercio sigue ahí, en el mismo lugar, contando con los mismos clientes que hace veinticinco años, a los que se han sumado todas las nuevas generaciones de gente joven que les visita y que apuesta, como rezan las publicidades de las instituciones, por comprar en el comercio palentino.

Poca gente sabe, que esa pequeña tienda, ha sido reconocida hace unos meses, en el transcurso de una gala nacional de una importante marca deportiva, como la mejor tienda de su marca en España. ¡Un comercio palentino, nombrado como el mejor de España de su especialidad!

Parodiando a Benet, el fracaso es un derecho inalienable. El fracaso del comercio palentino es su éxito diario: poder abrir sus puertas cotidianamente a la espera de que entren sus vecinos más próximos, con nombre y apellidos, mientras que el gran comercio de las grandes ciudades no recibe sino a gente anónima.

Si el comerciante palentino puede nombrar a su cliente, incluso conocer su talla y sus gustos, y de inverso modo, el cliente puede dirigirse a su viejo y pequeño comercio de siempre, porque allí sigue, inasequible al desaliento, sufriendo robos de vez en cuando, resistiendo la agresión de las grandes superficies y de los ‘simpáticos’ mercadillos, puntual en verano y en invierno, en vacas flacas o no, entonces el acto de comprar no es un momento frío y rutinario propio de las desangeladas almas que pululan por la gran urbe, y que tratan de llevarse un objeto a la bolsa, uno cualquiera que les cierre el deseo para una horas, sino que ir a comprar al comercio de la pequeña ciudad es un acto que estrecha el lazo social, es un acto de convivencia, de encuentro, de conversación. Es precisamente lo que dicen echar de menos los habitantes que se encuentran perdidos y exiliados en la gran ciudad.

Afortunadamente en Palencia, los vecinos podemos bajar a la calle y comprar en la tienda que sostienen con devoción nuestros vecinos, a la vez que conversamos con quienes tienen el enorme mérito de resistir, de aguantar, aunque también, eso si, podemos coger el coche y recorrer cientos de kilómetros para ahorrarnos unos céntimos de euro y contribuir a sostener, pobrecillos, el comercio de otros lares.

Quizá el pequeño comercio de las pequeñas ciudades un día morirá, y entonces una ristra de comerciantes anónimos teledirigidos a distancia, oscuros, y de sonrisa y técnica aprendida en el último cursillo, nos despacharán con rencor, mientras miran la hora de reojo. Pero hasta que ese día llegue, siempre nos quedarán París y el ejemplo de comercios como ‘Requena’ que dura ya veinticinco años sin morirse. Porque además, ya lo dejó dicho Borges en su genial Hombre de la Esquina Rosada, «para morir no se precisa más que estar vivo».

©DIARIO PALENTINO, publicado el 17 de mayo de 2007.

lunes, 14 de mayo de 2007

FERNANDO COLINA, el inclasificable


De locos, dioses, deseos y costumbres ó Fernando Colina, el inclasificable

Presentación del libro de Fernando Colina en Palencia el 9 de mayo de 2007.

Este último libro de Colina demuestra que es un autor inclasificable.

Si ustedes tratan de ajustarle a una serie lógica perderán, como yo, el tiempo. No hay serie a la que encasillarle: no es un psiquiatra al uso, no es un escritor con sus tics, ni lleva las señas del intelectual común; no se puede decir que forme parte de ninguna escuela de psicoanálisis aunque lo conoce en profundidad, y ha ayudado siempre que ha podido al despliegue del psicoanálisis en nuestra tierra; ni es el típico infatuado que se sostiene en sí mismo, pagado de sí mismo, sino que hace lazo con los colegas y amigos y dirige revistas y hospitales, aunque sin sumergirse en el paisaje de esa serie tampoco.

Fernando Colina es un fuera de serie.

He tomado este punto de vista para presentarles su último libro y tratar de entender así la selección de los artículos periodísticos que constituyen este espécimen inclasificable que es De locos, dioses, héroes y costumbres. Por otro lado me es imposible leer este libro sin psicoanalizar texto y autor. Pido disculpas de antemano. Pero es lo que se espera de un psicoanalista cuando presenta un libro. Hoy voy a desvelar algunos secretos, pues citando a Simmel el sociólogo, citado por Colina en “El humo del secreto”, el secreto constituye una de las grandes conquistas de la humanidad.

(...)En una ocasión, cuando le invité a una Presentación de Enfermos que realizaba el Instituto del Campo Freudiano en su Hospital, me dijo que no podía acudir porque el sábado a la mañana le dedicaba a escribir su columna semanal de El Norte de Castilla, “Crónicas del manicomio”. Querido tocayo, me dijo, me gustaría mucho, pero no se puede estar en todo, y me he comprometido con el periódico. Traté de convencerle poniéndome como ejemplo, ‘escribo mi columna para el Diario Palentino en cualquier rato libre’, le argüí, pero su silencio me hizo ver que por su parte, él escribía con parsimonia y dedicación un tratado en cada artículo.

Ya vimos en sus libros anteriores, en especial, El saber delirante y en Deseo sobre deseo que comenzaba una etapa de autor. Es verdad que seguía acompañándose de autores, de los clásicos y de los grandes, pero cada vez más hablaba en nombre propio. Decía lo que su Otro, su turista interior, pensaba tras la alegre digestión de sus buenas lecturas y después de muchas horas de vuelo como psiquiatra de barrio y como director de manicomio, sin esconderse detrás de los dichos de otros, por muy clásicos que fueran.

(...)Manuel Rivas, el escritor y poeta gallego, dijo ayer en Palencia, en unas jornadas de poesía, que hay que estar vigilantes para que las palabras no se corrompan. ¿No es ese el esfuerzo de decir manicomio cuando ahora otros lo llaman “edificio”, o locos haya donde otros quieren ver ‘enfermos mentales’? Por no mencionar el intento de llamar, en los colegios, segmento de ocio al recreo, y en los campamentos de verano, veladas a los fuegos de campamento, y en las guerras, daños colaterales a los asesinatos de inocentes. Por eso, en su artículo “Fatuo” recuerda que el positivismo ha hecho un gran daño negando literatura al diagnóstico, y que muchos sujetos, fatuos o necios, están mejor caracterizados así; dicho de otro modo, que un deprimido, puede ser un cobarde, y que la tristitia no debe confundirse con la cobardía moral.

En definitiva para presentarles el libro desde la vertiente del autor como inclasificable, concluyamos el argumento aclarando que si alguien piensa que el autor es un tipo frío, un intelectual gélido, un raro sin pasiones, yerra de plano. Pues él mismo acepta en “Palabras de amor”, página 100, que «nada impulsa tanto a escribir como la pasión». Lo dice justo después de haber afirmado que «La escritura es el resultado más genuino del trato de las palabras con el amor». Si en otra presentación de sus libros le recordé a María Zambrano, cuando afirmaba rotunda que no se escribe sino para defender la soledad en que se está, hoy, le tengo que decir al autor que a juzgar por lo que promueve su escritura en nosotros, sus lectores, que por favor que siga remando aún río arriba, que siga siendo nuestro Catarro, el personaje vallisoletano de uno de sus artículos. Sólo desde lo inclasificable de su posición se puede recibir lo imprevisto de sus escritos, la singularidad de su escritura.

Quiero finalizar recordando un artículo que tituló “Madariaga”, un compañero de trabajo, donde se refiere a él diciendo que «le gustaba la vida, el placer y el trato con la locura. Detentaba la amistad universal. Era tierno, era uno de los nuestros y tenía aura. Hablo de Madariaga». Es un homenaje al amigo donde se refleja la hondura de nuestro autor de hoy. He querido recordar ese texto para decir, hoy, en Palencia, -creo que poniendo voz al sentimiento de muchos vecinos, a la opinión pública ilustrada, que valora los libros como el esfuerzo civilizador necesario-, que es porque Fernando Colina es un inclasificable, -le nombré médico friqui en un artículo en el Palentino-, es por eso que puede decirse, y aún un poco más después de escribir De locos, dioses, deseos y costumbres, que, para muchos lectores Fernando Colina es ‘uno de los nuestros’.

Fernando Martín Aduriz. Mayo de 2007. Presentación del libro de Fernando Colina, De locos, dioses, deseos y costumbres, Valladolid: Pasaje de las Letras, 2007. Salón de Actos del Servicio Territorial de Cultura. Palencia.



POST del blog de la ELP

La presentación de libros en la Escuela, en la Biblioteca de Psicoanálisis de Castilla y León, forma parte del trabajo que se viene realizando desde hace tiempo para que el psicoanálisis sea un significante amable para nuestros conciudadanos. Este año, la primera se ha celebrado en Palencia el pasado 9 de mayo.
Y no hemos podido tener mejor estreno, pues la profundidad de lo expresado allí y el eco que en los medios y en la ciudad ha tenido nos coloca en la pista de eso que perseguimos tanto: la presencia del psicoanálisis en la ciudad. Como representantes de los ciudadanos, allí estuvieron atentos y siguiendo la Presentación, el Delegado de la Junta de Castilla y León en Palencia, a quien se puede ver sentado en la primera fila, gracias a la foto publicada en el periódico local, Diario Palentino, y a dos concejalas del Ayuntamiento: Isabel Rodríguez y Elisa Docio. Además, un nutrido número de ciudadanos-lectores de Colina, colegas y compañeros de la Escuela y participantes en las actividades del ICF en la comunidad.
Presentó el acto, al resto de intervinientes, y al autor de este bello libro, en nombre de la Escuela Lacaniana en Castilla y León, José María Álvarez, psicoanalista y escritor, quien con su palabra sencilla y cargada de afectos, pinceló un retrato entrañable de Fernando Colina y de su obra. Su palabra honda nunca decepciona, de suerte que escucharlo constituyó un verdadero placer para el auditorio, pues combinando la firmeza con el guante de seda describió una vez más y a la perfección la posición ética, bandera del psicoanálisis lacaniano y su calado en la práctica psiquiátrica en Castilla y León.
Seguidamente habló Carmen Couceiro, directora técnica del Psiquiátrico San Juan de Dios de Palencia, quien tomando un estilo epistolar en una carta dirigida al autor, destacó el placer de la lectura que este libro produce, así como la necesidad de que escritores como Colina sigan en la brecha produciendo libros como éste para deleite y beneficio de todos.
A continuación Fernando Martín Aduriz destacó en su intervención la figura de este escritor castellano, al que calificó como inclasificable apoyándose en argumentos de Jacques Alain Miller. Destacó su trabajo como psiquiatra y escritor, la belleza de sus textos, su generosidad al publicar de forma continua en medios de comunicación, sus raíces clásicas, la repercusión que este hacer tiene para los lectores, que fielmente esperamos cada semana la aparición de estos artículos en prensa. Nuestro colega palentino habló con un lenguaje lúcido y preciso dónde se adivinaba el respeto, el cariño y la complicidad con el autor.
Por último, el autor del libro, Fernando Colina, último director del Psiquiátrico Dr. Villacián de Valladolid, realizó una humilde explicación, tanto de sus artículos como de lo que llamó material para ser psicoanalizado por los psicoanalistas presentes, como su relación al periódico Norte de Castilla donde publica cada semana sus Crónicas del Manicomio. Reflexionó acerca de la soledad de quien se enfrenta al acto de escribir así como del compromiso de ser ciudadano-escritor.
Un vino español con el autor y la firma de libros dieron final a la primera convocatoria de la Biblioteca de Castilla y León, que esta vez ha contado con la colaboración de una de las tres librerías colaboradoras de la Biblioteca en la comunidad, la librería Del Burgo de la capital palentina. En este acto se acordaron las próximas presentaciones de libros, que se celebraran en breve en Palencia: Los médicos de la otra orilla, obra del doctor Albano de Juan, que se celebrará en la sede de la Biblioteca, y Estudios sobre la psicosis, de José Mª Álvarez, cuyo lugar será el Psiquiátrico San Juan de Dios.
A sus noventa años, el escritor José Luis Sampedro afirma que sigue escribiendo porque "es para lo que vale" y que "el escritor es minero de sí mismo", frases que me recordaron a lo expresado por Fernando Colina, que aún cuando dice que él no sirve para escribir, muchos nos alegramos de que siga demostrando lo contrario cada sábado en su columna de “Crónicas del Manicomio”, ahora recogidas en parte en este libro que ha titulado De locos, dioses, deseos y costumbres, que animo especialmente a leer, no sólo como responsable de la Biblioteca de la ELP en Castilla y León sino como lectora.

Ángela González (Palencia)

jueves, 10 de mayo de 2007

Tragedia y trauma




Tras lo trágico aparece lo traumático. Tragedia y trauma se dan la mano ineludiblemente. No es de extrañar entonces que la tragedia que hemos vivido los palentinos en general, y muy especialmente quienes más cerca han estado del hecho en sí, sea a su vez el comienzo de una cierta experiencia traumática para todos, y muy especialmente para quienes están más íntimamente relacionados.

A su vez, muchos otros vecinos, han sentido revivir sus respectivas tragedias acaecidas en otros momentos de su vida y en diversos escenarios. Muy singularmente aquellos que tras la tragedia no han podido desinstalarse del trauma vivido y éste se ha perpetuado con fijeza en su vida.

Es sorprendente que no se sepa reconocer que un hecho traumático tiene su recorrido, y su lógica. Digo que es sorprendente, porque uno de los peligros que se corren es permanecer fijados al trauma, esto es, perpetuar en el tiempo el hecho traumático sin visos de pasar página. Hay quien queda así. Y que eso suceda es debido, en buena parte, a las primeras reacciones, a las primeras lecturas de la tragedia. Por ello, los primeros momentos, tras la tragedia, es importante el tratamiento que se le dé al fenómeno. Sobre todo, si no se intenta tapar, esconder, evitar el dolor y el sufrimiento, tratando demasiado rápido de apresurarse a llenar el vacío que se observa o tratando demasiado rápido de huir del horror. Una de las peores, pero más actuales formas de llenar tal vacío, es la píldora, las diversas píldoras que persiguen el adormecimiento, el olvido rápido. A la larga, sus efectos de retorno recuerdan el refrán: “pan para hoy….”

Siempre se ha dicho que tras una tragedia es fundamental acompañar al sujeto que la acaba de sufrir. Lo que pongo en cuestión es el tipo de compañía, la titulación universitaria, de quien se apresta a auxiliar al traumatizado. He discutido estos días con colegas y amigos lo importante de no dejarse impresionar muy rápido por las titulaciones universitarias, pues el saber universitario y los diplomas no me parece que sean determinantes a la hora de seleccionar a las personas más aptas para ayudar a las personas que sufren una tragedia en las primeras horas, en los primeros momentos. Después, acepto que quizá sea decisiva la ayuda profesional para no permanecer sine die en el recuerdo traumático y sus secuelas. Pero la compañía más óptima para los primeros momentos de apoyo a quien acaba de sufrir una tragedia es aquella compañía que es capaz de ‘tener buenas tragaderas’ o ‘buen estómago’ o si se quiere, una fortaleza personal estimable.

El apoyo que minutos después de la tragedia de la calle Gaspar Arroyo han prestado algunas personas como las monjitas del convento, el Obispo Munilla, varios héroes anónimos y los vecinos más jóvenes de los alrededores, es paradigmático de lo que trato de mostrar.

Tras la tragedia, las posibles salidas del encuentro traumático son tan variadas como sujetos lo han sufrido, pero se han categorizado algunas que se suelen dar: recurrir a Ideales grupales formando comunidades en torno al hecho trágico, recurrir a figuras de autoridad o saber que fabriquen sentido, identificarse a las víctimas sin serlo, sostener deseos de venganza, imaginarse conspiraciones y versiones de todo tipo, consagrarse a causas marcadas por el signo del Ideal, o pretender testimoniar permanentemente acerca de lo vivido sin hallar un límite, un corte.

Todas esas fórmulas son maneras de tratar el horror, incluso bienintencionadas. Pero no evitan ni los fenómenos de repetición traumática, que se reactualizan cuando cualquier situación evoca analógica o metafóricamente la tragedia y el trauma vivido, o en el sueño, en el sobresalto o bajo fenómenos como la rumiación constante, la evocación continua. Pero sobre todo no evitan la subjetividad puesta en juego, es decir, la singular manera que cada sujeto tiene de vivir las cosas, las tragedias, los encuentros traumáticos. Es justamente el meollo de la cuestión, lo que hay que ayudar a mostrar.

Estos días he recordado una conferencia que escuché en Madrid tras el testimonio de personas que estaban ayudando tras el 11-M. El conferenciante, un psicoanalista francés, argumentaba contra la idea de que todo lo que no es programable se convierta en trauma. Y es que en nuestras sociedades, cada día más avanzadas técnicamente, se hace más y más insoportable el acontecimiento traumático, ante la idea de que siempre se puede evitar, programando el mundo y a los hombres, sus procesos de relación, es decir, maquinizando al hombre como si fuera un ordenador exacto y previsible. No vamos a avanzar mucho en el camino de descubrir la lógica de las respuestas traumáticas si no comprendemos que nuestra época nos va a deparar cada vez más una imposibilidad para aceptar las contingencias, lo no previsible, cuando todo vecino sabe que siempre habrá acontecimientos imprevistos. Que nos deparan la faz humana más auténtica.

©DIARIO PALENTINO, jueves 10 de mayo de 2007

viernes, 4 de mayo de 2007

La tragedia de la calle Gaspar Arroyo




Quiero publicar las muestras de afecto y cariño de gentes que han pasado por Palencia y que estos días me han manifestado su impresión y pesar por la tragedia de Palencia. La foto se publicó en EL PAÍS.

Realmente impactante, no hay palabras.

Un abrazo Fe (VIGO)

Lo siento mucho. Me parece terrible.
Un beso
Silvia Tendlarz (Buenos Aires)


Estimado Fernando,
Viendo las noticias en TV y en periódicos se me han hecho muy
presentes mis recuerdos de Palencia y he pensado mucho en vosotros.
La tragedia va tomando significación a medida que pasan los días pero
el sinsentido queda.
Espero que todo vaya lo mejor posible!
Un fuerte abrazo,
Miquel (Barcelona)

Besos, Chus Gómez (Vigo)

Fernando, es verdad que al principio no identifique la noticia del desastre con la ciudad que conozco ! Os envio un abrazo, mucho animo. Anna Aromi (Barcelona)

UN ABRAZO, ANIMOS DESPUES DE LA TRAGEDIA.
Johnny de la Peña (Madrid)



Querido Fernando,

Te envío un muy fuerte abrazo para tí y los tuyos, y toda mi solidaridad y afecto con el pueblo palentino, que tanto estimo. Estoy seguro que con vuestro genio y fortaleza sabreis hacer frenre a ésta desgraciada adversidad. Tu amigo, JUANJE (bilbao)

Querido Fernando, siento lo de tu ciudad y tus paisanos. Quizas no nos veamos en la conversación. Recibe un fuerte abrazo, Carmen Cuñat (Madrid)

Querido Fernando: Lo que he leído es de auténtica tragedia.

Charlaremos personalmente mañana o pasado.

Ánimo.

Hilario. (Málaga)

Querido Fernando,

Con la vorágine de la Conversación, la FCPOL, Scilicet y demás, no había llegado a captar la dimensión de la tragedia de Palencia. Quiero, entonces, hacerte llegar a tí y a la comunidad palentina del campo freudiano mi solidaridad ante tan luctuoso suceso.

Con afecto,

Xavier Esqué (Barcelona)

Querido amigo:

es terible lo que ha ocurrido en Palencia, no sabia nada.

Un fuerte abrazo de solidariedad

Domenico (Milan)

Querido fernando,
Te estuve llamando al móvil pero no había respuesta.
Un abrazo y mi solidaridad con todos vosotros.
Vicente (Barcelona)

Sin duda, espeluznante y humanamente horrible.

Un abrazo.

José Manuel Alvarez (Barceona)

Querido Fernando,

Regreso ahora a Valencia. En cuanto supe de la tragedia pensé en vosotros, Todo mi ánimo y un fuerte abrazo en estos momentos tan trágicos, Xavier Giner (Valencia)

Queridos, hemos pensado en vosotros estos días, la tragedia que vuestra ciudad y vecinos está viviendo sacude toda las bases aparentemente segura y estable de nuestro día a día. Estamos con vosotros desde Jerez, en nuestra memoria vuestra tierra y su hospitalidad. Compartimos vuestro dolor. Un fuerte abrazo Estanislao y Carmen. (JEREZ)

Querido Fernando:

Recibe nuestra solidaridad y apoyo.

Un muy cordial saludo

Pepa y Eugenio (Barcelona)

Querido Fernando: es una desgracia terrible. Esperemos que con el menor daño posible para las víctimas. Un abrazo fuerte para todos
Vilma (Madrid)


Estremecedor y desesperante.
Recibe mi solidaridad en estos momentos y siempre, querido Fernando.
besos
Rosalba (Barcelona)



MI mejor apoyo y saludo

Félix Rueda (Bilbao)

Querido Fernando,

Me alegra saber que estáis todos bien. Un fuerte abrazo, Andrés. (Madrid)

Impresionante. Éric Laurent (París)

jueves, 3 de mayo de 2007

Fernando Colina




El próximo miércoles día 9 vamos a presentar en Palencia el último libro de Colina. En esta ocasión se titula De locos, dioses, deseos y costumbres y constituye la recopilación de sus artículos de prensa. Creo que es una cita que no van a perderse buena parte de los ilustrados vecinos de nuestra tierra castellana, muchos de los cuales son lectores asiduos de sus semanales “Crónicas del manicomio”, y otros somos lectores de su obra desde hace tiempo, razón por la cual esperamos cada nuevo libro como una nueva grata sorpresa y diré más, como el momento del rompimiento de un secreto. Ya se sabe desde Simmel, que el secreto es una de las grandes conquistas de la humanidad.

Fernando Colina vive y labora en la vecina Valladolid, si bien su mujer es palentina. Y es un médico que lee, o si se quiere, un lector de las enfermedades de sus pacientes, pues escogió la psiquiatría como especialidad. Pertenece pues a esa estirpe de médicos humanistas, interesados por la filosofía, por el pensamiento, por la literatura. Es uno de esos ‘médicos de la otra orilla’ tan bien descritos por el doctor Albano de Juan en su obra homónima. Cuando la técnica avasalló al saber humanista, el profesional de la medicina hubo de dedicar su tiempo a las máquinas y sus circuitos y se resintió la mirada, por lo que, es sorprendente toparse con médicos que citen a kant con el mismo desparpajo que a Cicerón, a Lacan o a Foucault.

Pero lo que es ciertamente más sorprendente es que esas citas aparezcan en la prensa escrita insertas en una columna periodística. Incluso en las secciones de cultura o en las de ciencia, si exceptuamos a un Sánchez Ron, es difícil encontrar sabiduría a manos llenas en menos de quinientas letras. No es de extrañar entonces que los artículos de Colina hayan despertado tanto interés y haya quien les tenga todos ellos guardados como oro en paño, tal y como he podido conocer estos días.

Resulta que si bien el destinatario de una carta es uno mismo, y otro tanto pudiera decirse de un artículo en prensa, de rebote se sirve a la tarea ilustrada de una tierra y de unas gentes más ávidas de lo que se supone por conocer otros discursos, y no oficialistas, ni universitarios, tan empecinados ellos en el almacenamiento, archivo, clasificación y evaluación de conocimientos y que demuestran tanto desdén hacia el saber no asignaturizado o inclasificable.

Nuestro ilustrado de hoy ha dirigido durante muchos años una institución muy peculiar: un manicomio. Y no le ha cambiado el nombre a sus crónicas, ahora que cambiamos el nombre a todo, son crónicas del manicomio, metáfora de una perspectiva de mirada, del mismo modo que sospecho no le gusta el nombre de enfermos mentales para referirse a los locos. Como ‘último director’ de una institución de quinientos años, el manicomio, ha tenido una atalaya espléndida para conocer lo mejor y lo peor de la esencia esencial del ser humano. Y se ha atrevido a contar al gran público lo que ha visto y oído, todo ello, eso sí, bien aderezado con una serie interminable de lecturas. El resultado: que no ha podido ocultar lo que ha sabido, y ha necesitado de la escritura para transmitírnoslo. Fernando Colina ha roto su propio secreto, al revelarnos lo que ignoraba saber.

Todo ello hace inexcusable no asistir a la cita el miércoles 9 a las siete y media de la tarde y en la sala del Servicio de Cultura de la Junta, ya saben, en la calle Nicolás Castellanos. Allí presentaremos el libro tanto José María Álvarez y Carmen Couceiro como este columnista, y los vecinos ilustrados que lo deseen tendrán ocasión de encontrarse con uno de esos intelectuales y médicos friquis, que aún nos restan en nuestra tierra castellana.

©DIARIO PALENTINO, publicado el 3 de mayo de 2007